viernes, 5 de agosto de 2011

PSICOTERAPIA PARA APRENDER A VIVIR


Expresiones Engañosas (II)
Prof. Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero
Correo Electrónico: serper.grm@infomed.sld.cu


YO NO TENGO SUERTE
     Muchas personas con dificultades en sus vidas, con frecuencia dicen algo semejante. Es una declaración negativa pues quien lo dice se priva de algo positivo. Sería como si dijera: “Yo no tengo inteligencia”, “yo no tengo valor”, “yo no tengo bondad, honor, etc.”. Es además pesimista, pues no tener suerte es sinónimo de ser un fracasado. Es, pues, un pensamiento negativo. Por tanto, usted no tiene suerte no porque no la tenga, sino porque piensa que no la tiene.

      Detrás de esta expresión se esconde también una forma “mágica” de pensar. Si las cosas salen bien es por la buena suerte y si salen mal es por la mala suerte que tenemos. Todo depende de ella. Niega la posibilidad a la persona de influir en su futuro, en que las cosas le salgan bien, regular o mal, lo deja todo a la suerte. Quienes piensan así no ven la participación que tienen en que su vida cambie.
      ¿Por qué no se tiene suerte? Porque se hacen muchas cosas impropias: si no le fue bien en el matrimonio, puede haber elegido la pareja inadecuada, no la conoció suficiente antes de formalizar la relación, no modificó determinados rasgos de su carácter que entorpecen la convivencia en pareja, etc. Entonces se divorcia y encuentra (para usted) el hombre ideal o la mujer de sus sueños, pero con el inconveniente de tener compromiso. Ahora se lamenta de su mala suerte y decide rehacer su vida con alguien que lo necesite y comienza otra relación con una persona a la cual usted le lleva veinte años y que efectivamente le necesita, pero... por un tiempo.
Y así, irá de fracaso en fracaso, echándole la culpa de su falta de previsión a la mala suerte. Por favor, no culpe a la suerte de su incorrecta manera de actuar. ¡Su mala suerte es usted!


YO SÉ QUE VOY A TENER PROBLEMAS. YO SÉ QUE ESO NO VA A FUNCIONAR
     Hay personas que suponen ser capaces de pronosticar las cosas que les van a suceder y de la forma en que éstas ocurrirán. Y al final, efectivamente, ellas tuvieron los problemas anunciados y las cosas funcionaron como habían pensado.

      Al analizar con detenimiento tal manifestación, nos damos cuenta de que el pronóstico no se debe a facultades extraordinarias de clarividencia, o a una bola de cristal por la cual pudieran ver hacia el futuro, sino porque se propusieron tener los problemas o que las cosas no funcionaran. Quizás esto le parezca descabellado pero no lo es. A veces las personas se predisponen, piensan que algo les va a suceder y comienzan a comportarse de una manera que les lleva de la mano a que les ocurra lo anunciado. Igual sucede, aunque con saldos favorables, cuando nos preparamos de modo positivo para enfrentar una situación dada. Por tanto, esa disposición previa asumida puede influir muchísimo en los resultados obtenidos.
      Si usted piensa que va a fracasar ante una evaluación de competencia, comienza a devaluar sus potencialidades, su estado anímico se modifica negativamente, su atención fluctuará del aquí-ahora hasta el futuro momento del fracaso y por tanto no tendrá posibilidades de lograr una buena preparación, pues su rendimiento se ha afectado por esa disposición anímica derrotista. Llegado el momento, usted fracasará tal y como lo había pensado.
      Por el contrario, si piensa que va a salir bien en un examen, eso lo condicionará anímicamente para que se sienta confiado, seguro de sí, dispuesto a estudiar con responsabilidad las horas necesarias, se planificará autoevaluaciones, confrontará con otros compañeros, aclarará las dudas y tomará cuantas medidas puedan garantizar el resultado exitoso que se ha propuesto.
      A esto se llama hoy tener “pensamientos positivos” y se ha comprobado que éstos no sólo mejoran el ánimo sino también la salud física. La repercusión de los acontecimientos vitales estresantes sobre la función inmunitaria es uno de los campos investigativos más apasionantes en la actualidad y se sabe que las situaciones negativas se asocian a una depresión del sistema inmunológico con disminución de la resistencia a las enfermedades.
      Le invito entonces a eliminar esa predisposición negativa y sustituirla por una disposición positiva para obtener resultados favorables en lo que se proponga.
ES QUE YO SOY ASÍ
     Con ese decir “es que yo soy así” se cierran las posibilidades al diálogo, la confrontación, el análisis. Efectivamente, si es así significa que los demás tienen que aceptar sus consecuencias: si usted se disgusta y comienza a destruir lo que está a su alcance, debe soportarse por el mero hecho de usted ser así; si ingiere bebidas alcohólicas y se comporta de una forma grosera, debemos soportarlo porque usted es así; y si por ello se ausentó del trabajo, sus compañeros, sus jefes, tienen el deber de soportarlo, tolerarlo, justificarlo porque usted es así.

      Que usted sea de esa manera es un problema enteramente suyo, pero quienes le rodean no tienen que pagar las consecuencias de su mal proceder. Si por eso justifica sus actos, en ningún momento será una excusa válida para los demás.
      Decir así es un mecanismo defensivo muy conformista, pasivo-agresivo, justificativo de lo mal hecho, de resistencia al cambio, egoísta, etcétera. Contrarrestarlo no es una tarea fácil, pues en cada interpretación, análisis o confrontación la persona puede defenderse mediante dicha afirmación.
      A veces puede traer algún cambio de actitudes preguntar a estas personas qué ventajas les ha traído en su vida personal, familiar, laboral y social esa manera de ser y qué desventajas les ha traído en esas mismas esferas de la vida dicho comportamiento. Si tienen un mínimo de autocrítica es posible que ese análisis biográfico pueda llevarles a algún cambio.
      Si usted es de los que utiliza esta manifestación, por favor suprímala por todos los inconvenientes que puede traerle en su vida y le propongo trazarse la meta de no seguir siendo de esa manera para lo cual puede ser de utilidad preguntarse ¿Qué debo hacer para no ser así?

¿POR QUÉ YO SOY ASÍ, DOCTOR? EXPLÍQUEME
     Las personas están muy interesadas en saber el porqué de las cosas lo cual es muy lógico y necesario, pues sin esa sana curiosidad es imposible el desarrollo de la ciencia y la técnica y de la propia humanidad. Pero a veces este interés es un mecanismo defensivo empleado por algunos seres humanos para posponer su necesario cambio.
Suponga que usted es así porque sus padres se divorciaron cuando era un niño. O porque sus padres peleaban. O porque su padre ingería bebidas alcohólicas y maltrataba a su madre. En definitiva, usted puede ser como es por cualquiera de las razones frecuentes en las personas que sufren.

      Ahora, ¿qué otro valor, que no sea histórico o biográfico, tiene esa información? ¿Podemos volver atrás el tiempo y evitar el divorcio, que el padre no ingiriera bebidas alcohólicas y no maltratara a la madre o que no se pelearan? Eso no tiene solución porque el tiempo es unidireccional, va del pasado pasando por el presente hacia el futuro. Incluso, sin recurrir a un hecho significativo la supuesta explicación recuerda aquello de “¿quién fue primero, el huevo o la gallina?”
      Esa pregunta ¿por qué yo soy así?, lejos de reflejar un genuino interés en encontrar las causas para modificar la forma de ser, si ello fuera posible, refleja una pasiva curiosidad, es para evitar preguntarse: “¿Doctor, qué debo hacer para dejar de ser así?”, que sí sugiere una actitud participativa, una invitación a la acción.
      Aunque estoy de acuerdo con que cualquier persona haga esta u otra interrogación que estime conveniente, sugiero no olvidar la que le he propuesto, pues le dará la posibilidad de escuchar aquellas cuestiones que pueden facilitar su crecimiento emocional, trazar un plan de acción para cambiar y otras opciones para dejar de ser de la manera que usted no desea. Y es de extrema importancia saber utilizar la información obtenida de ella.
      ¿Por qué yo soy así?, como ya dije, no le servirá para volver al pasado, pero sí para evitar cometer los mismos errores que sus padres cometieron en su crianza. Si sus padres le maltrataron, no maltrate usted a sus hijos. Si sus padres se divorciaron, trate de ser estable en su relación matrimonial, si su padre era alcohólico y vejaba a su madre, trate de ingerir bebidas alcohólicas con responsabilidad, evite embriagarse y respete siempre a su pareja.
Sólo de esa manera es útil esta información pues hace realidad la sentencia del filósofo español: “Los que no conocen su pasado están condenados a repetirlo”.


NO SOPORTO ESTAR SOLO
     Así se escucha decir a personas que al parecer tienen una necesidad excesiva de estar acompañadas. Digo al parecer porque eso no es lo más relevante en ellas. Su problema no consiste en sus deseos de estar en compañía de otros sino en su incapacidad para permanecer con ellas mismas. Literalmente hablando, estas personas no se soportan a sí mismas porque no han aprendido a disfrutarse. Y es por eso que no toleran estar solas.

      Cuando uno ha aprendido a estar solo, disfruta de esos momentos de soledad. Siempre tiene algo útil que hacer, algo o alguien en quien pensar, alguna forma creativa de emplear el tiempo cuando la única compañía es uno mismo. Hay quienes, aun junto a sus seres queridos, necesitan, en determinados momentos, estar solos, aunque sea por breves períodos de tiempo. Y lo logran sin que por ello se afecte la comunicación ni el clima emocional de la familia.
      ¿Cuántas cosas puede hacer una persona cuando está a solas? Muchas. Por ejemplo, puede decorar la casa de manera diferente, preparar una comida especial, leer un buen libro, hacer ejercicios físicos, de relajación, oír música, cuidar del jardín, sembrar alguna nueva planta, arreglar y ordenar el armario, sus gavetas, hacer una limpieza general, descansar, meditar, dormir.
      Sin embargo, quienes no se soportan cuando están a solas no tienen una rutina cotidiana establecida, hacen las cosas sin deseos, desmotivados, como si fuera un castigo, sin creatividad alguna. Están aburridos, a pesar de que quizás haya muchas cosas por hacer o, por el contrario, las hacen con tal rapidez que en breve tiempo han terminado y vuelven a quedar ociosos, supuestamente, y esa inactividad artificial les genera malestar, ansiedad, tedio, estados anímicos desfavorables los cuales conspiran contra su bienestar. En otras palabras, no saben planificar qué hacer cuando están a solas para no sentir soledad.
      El ser humano está necesitado de compañía. Es una condición humana. Así como también lo es su individualidad, su privacidad. Por tanto, las relaciones con otras personas son imprescindibles y la soledad también para lograr una personalidad armónica.

ESO NO ES NORMAL. ESO ES NORMAL
     Estas expresiones seguramente las ha escuchado, por separado, desde luego. Sin embargo, las he unificado con toda intención para llevar a su mente que lo anormal y lo normal son valoraciones relativas, es decir, lo normal en una situación dada, puede constituirse en una anormalidad en otra.

      Reírse es algo normal y por demás muy saludable sobre todo en una fiesta o en un grupo de amigos que cuentan chistes; pero lo mismo, en un velorio, delante de los familiares de un moribundo, además de ser una grosera falta de respeto y de sensibilidad humana, es una conducta muy anormal. Aquí lo anormal no es el hecho de reírse, sino el contexto en el cual se ríe.
      Pongamos otro ejemplo: usted tiene un demente en su hogar, que puede ser un tío, su padre, su madre o un hermano. Desde que el proceso demencial se hizo evidente su vida cambió de forma radical. Ya no puede salir a distraerse como antes, ya no puede dormir profundamente, tiene que estar pendiente de lo que él o ella está haciendo, lo que se lleva a la boca, lo que toca, tiene que bañarlo como si fuera un niño pequeño, etc. El demente, por su propio proceso, hará sus necesidades fisiológicas sin aviso previo, en la cama, en el sillón donde permanezca sentado, en sus propios pantalones o faldas. Y tendrá que asearlo, que soportar insultos, gritos, agresiones... y es en esos momentos en los que usted puede desear la muerte a su ser querido, por toda la rabia acumulada debida al vuelco que su vida ha sufrido. Ese tipo de pensamiento, como es lógico, le hace sentir muy culpable, pues le está deseando la muerte a su tío, su padre, su madre, su hermano.
      Debe saber que esos pensamientos son... normales. Le repito. Esos pensamientos de muerte hacia estos seres queridos son normales, porque ni los ha dejado de amar, ni realmente les desea la muerte, ni tiene impulsos criminales ni nada por el estilo. Ocurre que no es una enfermera entrenada en el manejo de pacientes portadores de demencia, la cual, además de cursar estudios, sólo permanece una parte del tiempo con el enfermo y después es relevada por otra y ésta por aquélla. En otras oportunidades, estos enfermos son llevados a instituciones especializadas donde son atendidos por un personal ejercitado en estos menesteres.
      Usted está agotándose mentalmente, por el cansancio físico y la depresión por ver a su ser querido en ese estado y es en el contexto de esa situación agobiante que surge ese aparente pensamiento anormal. Si deseara todos los minutos de todas las horas de todos los días la muerte a su familiar entonces fuera una anormalidad, y ésta no estaría dada por la idea en sí, sino por la elevada frecuencia con que la piensa.
      Otras veces las anormalidades son permitidas y pasan como algo normal para muchas personas. Fumar daña la salud y es una conducta anormal que denota una habituación al tabaco, conocida por tabaquismo. Pero, mucha gente lo hace y lo considera como algo “normal”. Ser homosexual es algo normal y sin embargo criterios machistas y sexistas lo consideran una desviación de la normalidad, una aberración, una degeneración.
      Como se puede evidenciar “eso no es normal”, “eso es normal” es un par dialéctico que no debe ser separado.

DOCTOR, YO NO TENGO PROBLEMAS DESDE QUE ESTOY TOMANDO LA PASTILLITA DE LA ALEGRÍA
     Dicen esto muchas personas que se autoadministran trifluoperazina de un miligramo, la persiguen, literalmente hablando, en cuantas farmacias se les ocurre visitar; cuando no logran conseguirla, compran la trifluoperazina de cinco miligramos, la dividen en cuatro partes y se empiezan a tomar un cuarto de esa tableta varias veces al día.
No existe ninguna pastilla de la alegría. La alegría es un estado anímico que expresa satisfacción, bienestar, complacencia y es el resultado de una complejísima interacción de diversos factores personales, psicológicos, situacionales, metabólicos, biológicos, etc. Este complejo proceso no puede ser motivado por una tableta, a la que atribuyen esta propiedad por tener discreto efecto euforizante, es decir, una sensación de bienestar o mejor dicho, de falso bienestar, o falsa alegría, que es, por definición psicopatológica, el concepto de euforia. El eufórico no está alegre. La euforia es la alegría sin motivo, no es contagiosa, el observador no encuentra motivos para ese estado, parece artificial, como si fuera fingida. Este tipo de medicamentos puede ocasionar esa falsa sensación de alegría, de bienestar. Pero, este efecto pasajero puede traer otros males. Paso a enunciarlos.

El primer mal que este tratamiento le puede originar es poner su alegría en función de una tableta, en función de algo externo a usted.
El segundo problema es desarrollar una dependencia psicológica de ella, la cual vendrá a constituirse en una especie de muleta sin la que no sabrá caminar por la vida.
El tercer problema le vendrá poco a poco, en la medida en que lleve más tiempo ingiriendo el medicamento sin necesidad real, o con ella pero no indicado por un facultativo encargado de ajustar las dosis y determinar el tiempo durante el cual lo requerirá.
     Estos efectos a largo plazo se deben a que la trifluoperazina está incluida entre los psicofármacos calificados como neurolépticos, los cuales pueden producir determinados efectos secundarios, y los más relevantes son los llamados síndromes extrapiramidales, con las siguientes manifestaciones clínicas:
Distonías agudas: Estas alteraciones se observan con mucha frecuencia en los jóvenes y consisten en incremento del tono muscular (hipertonía), contracciones dolorosas de los músculos, calambres, dificultades para tragar, falta de aire si se comprometen los músculos de la respiración, protrusión de la lengua, tortícolis y crisis oculógiras, es decir, movimientos giratorios involuntarios de los ojos, como si se les fueran hacia arriba y hacia atrás. Pueden presentarse con sólo ingerir una tableta del fármaco.
Parkinsonismo: El consumidor comienza a presentar rigidez en el cuerpo, inexpresividad en el rostro, temblor, disminución de la flexibilidad de los brazos al caminar, tendencia a asumir una postura encorvada y salivación profusa, que sale por las comisuras labiales. Generalmente aparece durante el primer mes.
Acatisia: Este síntoma consiste en una inquietud insoportable en los miembros inferiores, conocido como el “síndrome de los pies inquietos”, pues el sujeto tiene que estar en constante movimiento, lo cual le impide permanecer sentado o acostado.
Discinesia tardía: Aparece en el 5 % de las personas que están expuestas a los neurolépticos cada año y en los individuos que llevan diez años consumiendo estas moléculas (tabletas), la incidencia puede llegar hasta el 50 %. Este cuadro clínico es muy incapacitante por tratarse de movimientos coreicos, atetoides, mioclónicos de carácter anormal que afectan diversos territorios como la cara, la boca, las extremidades. La persona con una discinesia tardía mantiene movimientos masticatorios que recuerdan los que se realizan cuando se tiene un bombón en la boca, saca la lengua rítmicamente o puede proyectarla contra las mejillas. Este cuadro se recupera con dificultad.
Al conocer estas complicaciones, que no son todas ni mucho menos, podrá evaluar con mayor rigor científico si “la pastillita de la alegría” es tan inofensiva como creía.

MI TÍA ME REGALÓ UNAS AMITRIPTILINAS Y ES LO QUE ESTOY TOMANDO
     Es seguro que usted ha escuchado esta declaración, por lo general, a personas aquejadas de síntomas psiquiátricos menores, pero con una necesidad exagerada de automedicarse con lo primero que se les ofrece. Y esta conducta es en extremo peligrosa. Veamos por qué.

      La automedicación es una actitud negativa hacia las enfermedades, que consiste precisamente en la autoadministración de tratamientos farmacológicos, sin tener conocimientos para ello y sin haber sido orientados por facultativo alguno.
      En el caso de los psicofármacos, la autoadministración es muy frecuente, como si estos medicamentos no tuvieran tantos inconvenientes como los utilizados en otras especialidades médicas. A muy pocas personas se les ocurriría ponerse una penicilina rapilenta dos veces al día durante varios meses, o tomar una tableta de cloranfenicol cada seis horas por un año. Y esto no sucede muy a menudo porque consideran que los antibióticos mal utilizados pueden perjudicar la salud. Y el error consiste en no pensar lo mismo de los psicofármacos.
      Para que se tenga una idea, los antidepresivos tricíclicos, entre los que se encuentran la imipramina y la amitriptilina, no deben ser administrados a personas alérgicas a ellos, a los que padecen de glaucoma agudo de ángulo estrecho, a los que presentan infarto agudo del miocardio o tienen aumento de volumen de la próstata, así como tampoco a los individuos con trastornos del ritmo cardíaco, las llamadas arritmias. Pero hay más, estos medicamentos tienen una serie de efectos colaterales, como son convulsiones, hipertensión, episodios psicóticos o lo que es igual, locura, pesadillas, temblores, incoordinación motora y tics.
      Por si fuera poco, ellos, cuando se suprimen por una u otra causa, pueden ocasionar el llamado Síndrome de Discontinuación, consistente en cinco agrupaciones de síntomas: distrés somático general, alteraciones del sueño, acatisia o parkinsonismo, activación conductual y arritmias cardíacas. Esto se traduce en lo siguiente: el sujeto experimenta desvanecimientos, vértigos, trastornos del equilibrio y la marcha, pesadillas, inquietud en las piernas que no le permiten estar tranquilo en un solo lugar, rigidez facial con incremento de la salivación, marcha a pequeños pasos; sensación de quemazón, de shock eléctrico, de aleteo cardiovascular; ansiedad, agitación, crisis de llanto, irritabilidad, palpitaciones y taquicardia. Este Síndrome de Discontinuación también se puede acompañar de fatiga, tos, coriza, escalofríos y manifestaciones de un estado gripal.
      Como ve, no son pocos los inconvenientes que traen estos fármacos que algunas personas utilizan para situaciones en las que no son médicamente indicados, como aumentar de peso, evitar los dolores de dientes, contrarrestar el insomnio, calmar el nerviosismo, etcétera.
      Mi consejo es que no se automedique. Usted puede convertirse en el mejor amigo de su salud o también, si no actúa de una manera responsable, en su propio verdugo.
ESO NO ESTÁ EN MÍ; YO NO QUISIERA SER ASÍ; ANTES YO NO ERA ASÍ Y ¿USTED CREE QUE YO QUIERO ESTAR ASÍ?
     Muy a propósito he unificado estas expresiones pues todas son dichas, una detrás de otra y en ese orden por numerosas personas a las que he tratado y todas constituyen, por separado y en su conjunto, mecanismos defensivos de quienes las pronuncian. Pasemos a su análisis.

      “Eso no está en mí” es utilizada cuando se quiere justificar algo que se ha hecho o se ha dejado de hacer y en lo cual el sujeto no quiere verse involucrado, responsabilizado. Si eso no está en él muy poco puede hacer por evitar lo ocurrido. Entonces es cuando se impone la pregunta: ¿En quién está si no es en usted?, con la finalidad de hacer consciente al individuo que efectivamente él es el responsable de lo sucedido. Acto seguido, pronuncia la siguiente para justificar lo hecho (de nuevo) y también por no darse cuenta de ser él el máximo protagonista: “Yo no quisiera ser así”, a pesar de que hace todo lo posible por ser de esa manera que no desea. Se impone la siguiente pregunta: ¿Quién le obliga a usted a ser así? Es evidente, nadie le obliga. Es así porque lo desea. Si yo no deseo ser impaciente, me llamo a la calma, intento mejorar mi capacidad de espera, trato de caminar y hablar despacio.
      Cuando la persona irremediablemente llega a la conclusión de que sí está en él y hace cosas para estar así, surge la tercera justificación, como las anteriores y que lleva a la inercia: “Antes yo no era así”. Es el rejuego para no darse cuenta de quién es en estos momentos, en el aquí-ahora; con ella el sujeto se refugia en el pasado para no enfrentar el presente de cara al futuro, trata de vivir de las glorias pasadas, en fin, tiene el llamado “Síndrome de Yo soy aquel” (yo era el que..., yo fui quien...); es como esconderse en una cueva para no enfrentarse consigo mismo.
      Si se le hace consciente de lo que está tratando de hacer, surge, como un dardo dirigido en su contra, la siguiente expresión, más justificativa que las anteriores: “¿Usted cree que yo quisiera estar así?” Mediante esta agresividad hacia el terapeuta la persona intenta poner fin al análisis de las actitudes, pues se supone que ninguna persona desee sentirse mal. Eso es parcialmente cierto. Se supone. Y la suposición, entre otros significados, es la opinión que no está fundada en pruebas positivas. Pongamos un ejemplo, un paciente dice: “Todas las mañanas me levanto con tos y falta de aire. Me tomo una taza de café y me fumo el primer cigarro de los treinta diarios que consumo. He padecido de bronconeumonías a repetición a pesar de los consejos médicos de dejar ese mal hábito”. Aquí se puede preguntar: ¿Realmente desea no tener falta de aire y bronconeumonías a repetición? Si deseara no padecerlos dejaría de fumar de inmediato. (El ejemplo, a título personal, fue cierto. Desde hace más de tres años no fumo.) Por tanto, antes yo deseaba, consciente o no, ser así, padecer bronconeumonías, tener falta de aire y tos y en definitiva, suicidarme palmo a palmo, cigarro a cigarro.
      Evite decir estas cosas y evite que sean dichas por sus seres queridos.
      Eso sí está en usted, usted desea ser así, usted ahora es así y usted desea estar como está.

YO ESTOY ASÍ POR LA CRIANZA QUE ME DIERON
     Una justificación muy socorrida por quienes, siendo adultos, pretenden responsabilizar a otros de su manera de comportarse, en este caso, a los padres.

      Si bien es cierto que una niñez caótica puede influir en la formación del sujeto, no sólo es la familia la que contribuye a la conformación de la personalidad sino también el medio escolar, laboral y social. Pero de manera fundamental es el propio sujeto quien, consciente y deliberadamente puede contribuir a que su propia formación sea buena, regular o mala. Todos hemos estado rodeados de cosas que no nos pertenecen. La mayoría de las personas respeta la propiedad de otros, pero existe una minoría que se apropia de lo ajeno porque lo desea y no inhibe tales deseos.
      Muchas adolescentes y jóvenes en cualquier parte del mundo tienen carencias materiales de todo tipo y lógicos deseos de poseer ropas, zapatos, cosméticos, perfumes, etc. La mayor parte de ellas trata de trabajar decorosamente para ir obteniendo poco a poco y muchas veces no en la medida de sus deseos, esas cosas materiales a las que hago referencia. Otras, por el contrario, se prostituyen para lograr esos mismos objetivos.
Como se evidencia, los seres humanos pueden tener igualdad de oportunidades para hacer las cosas bien hechas y para hacerlas mal. ¿Por qué un grupo de personas se inclina por esta última opción y después pretende culpar a otros de lo que ellos como adultos hacen?

      Se puede tener una niñez muy infeliz con carencias de todo tipo y eso influir de manera negativa en la forma de ser. Pero, ¿eso es un fatalismo que debe arrastrar toda la vida? Pienso que no. La verdadera enfermedad mental grave que invalida al ser humano que la padece en sus proyecciones vitales, hasta hoy, no se considera causada por determinado tipo de crianza. Si usted tiene una predisposición a padecer una enfermedad mental grave, puede padecerla aunque se haya criado en un hogar armónico. Si usted no tiene esa predisposición, saldrá relativamente ileso tras haber pasado una infancia en un clima emocional familiar inadecuado.
      Nadie le deseó una niñez infeliz ni le eligieron sus padres. Nadie tiene la culpa de esa niñez, usted tampoco. Y ya eso no tiene solución pues no lo podemos volver a criar como hubiera querido.
      Lo importante es el presente y el futuro y lo que esté haciendo ahora que es un adulto por vivir de forma creativa.


http://www.psicologia-online.com/ebooks/psicoterapia/expresiones2.shtml

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